sábado, 23 de octubre de 2010

MEM. HISTORIA PICARESCA

   Hacia los años, en que los países del viejo mundo hacían sonar las armas, con guerras fraternales, en medio de este caos mundial nací YO.
   Mi nacimiento, no parece haber sido un acontecimiento especialmente esperado, ní producía sentimientos de felicidad a nadie, ní siquiera a mi madre. Mi tristeza por este hecho duró, lo que duró mi madre en darme de mamar. Aunque soltera, parece que sentía mucha debilidad por su hombre, alto rubio, tuvo varios hijos/as con el , sin pasar por el vicario. Ella y la abuela se quedaron solamente con la niña mayor, el resto de los hijos fueron esparciados por el mundo.
  Tyyne, mi madre , no tardó en poner un anuncio en el periódico. Pues, a mis cuatro meses, siendo gordita y alegre ya entonces, no tuve dificultades en encontrar a alguien, a quien dar amor y alegría. Yo no me sentía culpable , por haber nacido en un sitio equivocado. Ya entonces, con toda cara del mundo, me sentía algo especial. Todas las niñas no salen en un anuncio así, a tan temprana edad.
  Saima  (Samu) mi madre adoptiva, era viuda de un rico aduanero. Con seis hijos propios medio creciditos, siete cuñadas solteronas, hermanas de su difunto esposo todas viviendo en la misma casa con ella, se mudó a la capital Helsinki. Con ella las dos hijas de 22 y 16 años y la mayoría de los chicos se casaron recibiendo la herencia del padre. Empezó a vivir en la sociedad de la época, guardó la Biblia de la familia en un cajón y empezó a fumar a sus 50 años. Como se sentía presionada por sus cuñadas, de haber heredado dinero tenía que hacer alguna obra buena y no gastarlo en diversiones. Alguien necesitado, dudó entre un perro chucho ó una niña. Al ver el anuncio se decidió. Recogió a la niña, no supo que aquella criatura la iba a proporionar más amor que ninguno de sus propios hijos.
  La niña, yo, aprendí instintivamente que tenía hacerme querer, para no perder mi sitio en la vida. Yo ya había vencido a un chucho sin dificultades, tenía tres madres (Samu y sus  hijas Eila y Ruth) , un mayordomo con guantes blancos que nos atendía, una habitación para mi sola, muchos juguetes, buena comida y todo el mundo me mimaba. La vida que me esperaba era prometedora.
  Debía llevar la diplomácia en mis genes, mis gracias y besos provocaban celos entre mis "madres", así que aprendí repartirlas a partes iguales. Me convenía que no se pelearan por mi culpa. Crecí con este tipo de envidias entre hermanos, así que tenía que  hacerme con el amor de todos, para neutralizar el ambiente.
  Hasta aquí todavía paz, dinero y amor.

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